En nuestro país los sicarios
matan delante de niños y matan a niños. En nuestro país los sicarios también
son niños. ¿Estoy exagerando? No. Solo revisen las noticias. ¿Nos estamos
acostumbrando? Me temo que sí.
No escucho a ningún
congresista levantando la voz. No veo plantones de políticos indignados. ¿Los
candidatos a la alcaldía y presidencia regionales tienen un plan maestro para
actuar contra el sicariato? No, solo declaran que están preocupados.
El mismo domingo un sondeo
de Datum Internacional terminó
por consternarme. El 49% de los encuestados cree que Luis Castañeda
robará, pero hará obra si sale elegido alcalde de Lima por tercera vez.
Le seguían Susana Villarán, Salvador Heresi y Enrique Cornejo cada uno con 3%. La
sola pregunta fue una cachetada a la decencia.
¿Al elector le interesa un
pepino que su candidato sea honesto o está tan decepcionado de los políticos
que lo único que pide es que se haga obra no importa cómo? ¿Hemos llegado
al abismo de la corrupción?
En nuestro país muchas cosas
que suceden al revés quitan la ilusión. Solo recuerde: un preso es el favorito
para ser el presidente regional de la región más apetitosa por su canon minero
y no sorprende; un alcalde no explica por qué le puso cámara y vigilancia a Óscar López Meneses, pero
ya celebra su reelección; un congresista alquila su casa a un capo de la mafia
y, descubierto, le echa la culpa a la mala suerte.
Siga pensando: un dirigente asháninka pide
protección y termina asesinado porque nadie quiso escucharlo. Siga recordando:
no solo los narcos venden cocaína en el Perú, la policía también comercializa
lo incautado, pero no se preocupe, el ministro Urresti está investigando.
Literalmente vivimos en un mundo al revés.
Milagros Leiva
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