martes, 11 de marzo de 2014

¿DE QUE MURIÓ EL TIO ARTURO?.


Artuto era el hemano último de mi padre y después de muchos años se volvió amigo mío y hasta que le dió la oportunidad de hacer los papeles para dejarme lo que le correspondía de la casa de mis abuelos, además de lo que era de mi padre, pero el destino tuvo que interponerse a su deseo porque la muerte se lo llevó de un momento a otro.
ARTURO se encontraba bien de salud, hasta que sus amigos le dijeron: ARTURO, vas a cumplir 70 años, es hora de que te hagas una revisión médica.
¿Y para qué?, si me siento muy bien.
Porque la prevención debe hacerse ahora, cuando todavía te sientes joven, le dijeron sus "amigos. Por eso ARTURO fue a consultar al médico.
El médico, con buen criterio, le mandó a hacer exámenes y análisis de todo lo que pudiera hacerse y que el seguro social pagase.
A los quince días el doctor le dijo que estaba bastante bien, pero que había algunos valores en los estudios que había que mejorar.
Entonces le recetó Atorvastatina Grageas para el colesterol,
Losartán para el corazón y la hipertensión, Metformina para preveni  la diabetes, Polivitamínico, para aumentar las defensas. Norvastatina para la presión, Desloratadina para la alergia y como los medicamentos eran muchos y había que proteger el estómago, le indicó Omeprazol y  Diurético para los edemas.
 ARTURO fue a la farmacia y gastó una parte importante de su jubilación por varias cajitas primorosas de colores variados.
Al tiempo, como no lograba recordar si las pastillas verdes para la alergia, las debía tomar antes o después de las cápsulas para el estómago, y si las amarillas para el corazón, iban durante o al terminar las comidas, volvió al médico.
Este, luego de haberle entrevistado y cobrado la consulta, por supuesto, lo notó un poco tenso y algo contracturado, por lo que le agregó Alprazolan y Sucedal para dormir.
Esa tarde, cuando entró a la farmacia con las recetas, el farmacéutico y sus empleados hicieron una doble fila para que él pasara por el medio, mientras ellos lo aplaudían.
ARTURO, en lugar de estar mejor, estaba cada día peor. Tenía todos los remedios en el aparador de la cocina y casi no salía de su casa,
porque no pasaba momento del día en que no tuviera que tomar una pastilla.
A la semana, el laboratorio fabricante de varios de los medicamentos que él usaba lo nombró "cliente y usuario sobresaliente" y le regaló un termómetro, un frasco estéril para análisis de orina y una lápiz con el logo de la farmacia.
Tan mala suerte tuvo ARTURO, que a los pocos días se resfrió y su grupo de "amigos" lo hizo acostar como siempre, pero esta vez, además del té con miel, llamó al médico.
Este le dijo que no era nada, pero le recetó Tapsín día y noche y Sanigrip con efedrina, como le dio taquicardia le agregó atenolol y un antibiótico, Amoxicilina de 1 gr. cada 12 por 10 días. Le salieron hongos y herpes y le indicaron Fluconol con Zovirax
Para colmo, ARTURO LUMINOSO se puso a leer en internet los prospectos
de todos los medicamentos que tomaba y así se entero de las contraindicaciones, las advertencias, las precauciones, las reacciones adversas, los efectos colaterales y las interacciones médicas. Lo que creía eran cosas terribles. No sólo se podía morir, sino que además podía tener arritmias ventriculares, sangrado anormal, náuseas, hipertensión, insuficiencia renal, parálisis, cólicos abdominales, alteraciones del estado mental y otro montón de cosas espantosas.
Asustadísimo, llamó al médico, quien al verlo le dijo que no tenía que hacer caso de esas cosas porque los laboratorios las ponían por poner.
-Tranquilo, ARTURO, -no se excite- le dijo el médico. mientras le hacía una nueva receta con PROSAC de 200mg, Ravotril con un antidepresivo Sertralina de 100 mg. Y como le dolían las articulaciones le dieron diclofenaco. En ese tiempo, cada vez que ARTURO cobraba la jubilación, iba a la farmacia donde ya lo habían nombrado cliente VIP.
Esto lo hacía poner muy mal, razón por la cual el médico le recetaba nuevos e ingeniosos medicamentos. Llegó un momento en que al pobre de ARTURO las horas del día no le alcanzaban para tomar todas las pastillas, por lo cual ya no dormía, pese a las cápsulas para el insomnio que le habían recetado.
Tan mal se había puesto que un día, haciéndole caso a los protocolos de los remedios, se murió.
Al entierro fueron todos sus "amigos", pero el que más lloraba era el farmacéutico.
Aún hoy día sus "amigos" afirman que menos mal que lo mandaron al médico a tiempo, porque si no, seguro que se hubiese muerto antes.
Esta publicación está dedicada a todas mis amistades, ¡ya sean médicos o pacientes!
Ah, si no hubiera tomado nada y hubiese seguido con su régimen de hábitos de vida sana con pescado, pavo, lentejas, aceite de oliva, frutas, verduras de todos colores, vegetales verdes, sal marina y nada de azúcar blanco (ni stevia o sucralosa, no Espartame), con 8 vasos de agua diarios y uvas (y no vino tinto), ejercicios físicos y respiratorios, estaría vivito y coleando.

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