¿DE
QUE MURIÓ EL TIO ARTURO?.
Artuto era el hemano último de mi padre y después de muchos años se volvió amigo mío y hasta que le dió la oportunidad de hacer los papeles para dejarme lo que le correspondía de la casa de mis abuelos, además de lo que era de mi padre, pero el destino tuvo que interponerse a su deseo porque la muerte se lo llevó de un momento a otro.
ARTURO
se encontraba bien de salud, hasta que sus amigos le dijeron: ARTURO, vas a
cumplir 70 años, es hora de que te hagas una revisión médica.
¿Y
para qué?, si me siento muy bien.
Porque
la prevención debe hacerse ahora, cuando todavía te sientes joven, le dijeron
sus "amigos. Por eso ARTURO fue a consultar al médico.
El
médico, con buen criterio, le mandó a hacer exámenes y análisis de todo lo que
pudiera hacerse y que el seguro social pagase.
A
los quince días el doctor le dijo que estaba bastante bien, pero que había
algunos valores en los estudios que había que mejorar.
Entonces
le recetó Atorvastatina Grageas para el colesterol,
Losartán
para el corazón y la hipertensión, Metformina para preveni la diabetes, Polivitamínico, para aumentar las
defensas. Norvastatina para la presión, Desloratadina para la alergia y como
los medicamentos eran muchos y había que proteger el estómago, le indicó
Omeprazol y Diurético para los edemas.
ARTURO fue a la farmacia y gastó una parte
importante de su jubilación por varias cajitas primorosas de colores variados.
Al
tiempo, como no lograba recordar si las pastillas verdes para la alergia, las
debía tomar antes o después de las cápsulas para el estómago, y si las
amarillas para el corazón, iban durante o al terminar las comidas, volvió al
médico.
Este,
luego de haberle entrevistado y cobrado la consulta, por supuesto, lo notó un
poco tenso y algo contracturado, por lo que le agregó Alprazolan y Sucedal para
dormir.
Esa
tarde, cuando entró a la farmacia con las recetas, el farmacéutico y sus
empleados hicieron una doble fila para que él pasara por el medio, mientras
ellos lo aplaudían.
ARTURO,
en lugar de estar mejor, estaba cada día peor. Tenía todos los remedios en el
aparador de la cocina y casi no salía de su casa,
porque
no pasaba momento del día en que no tuviera que tomar una pastilla.
A
la semana, el laboratorio fabricante de varios de los medicamentos que él usaba
lo nombró "cliente y usuario sobresaliente" y le regaló un
termómetro, un frasco estéril para análisis de orina y una lápiz con el logo de
la farmacia.
Tan
mala suerte tuvo ARTURO, que a los pocos días se resfrió y su grupo de
"amigos" lo hizo acostar como siempre, pero esta vez, además del té con
miel, llamó al médico.
Este
le dijo que no era nada, pero le recetó Tapsín día y noche y Sanigrip con
efedrina, como le dio taquicardia le agregó atenolol y un antibiótico,
Amoxicilina de 1 gr. cada 12 por 10 días. Le salieron hongos y herpes y le
indicaron Fluconol con Zovirax
Para
colmo, ARTURO LUMINOSO se puso a leer en internet los prospectos
de
todos los medicamentos que tomaba y así se entero de las contraindicaciones,
las advertencias, las precauciones, las reacciones adversas, los efectos
colaterales y las interacciones médicas. Lo que creía eran cosas terribles. No
sólo se podía morir, sino que además podía tener arritmias ventriculares,
sangrado anormal, náuseas, hipertensión, insuficiencia renal, parálisis,
cólicos abdominales, alteraciones del estado mental y otro montón de cosas
espantosas.
Asustadísimo,
llamó al médico, quien al verlo le dijo que no tenía que hacer caso de esas
cosas porque los laboratorios las ponían por poner.
-Tranquilo,
ARTURO, -no se excite- le dijo el médico. mientras le hacía una nueva receta
con PROSAC de 200mg, Ravotril con un antidepresivo Sertralina de 100 mg. Y como
le dolían las articulaciones le dieron diclofenaco. En ese tiempo, cada vez que
ARTURO cobraba la jubilación, iba a la farmacia donde ya lo habían nombrado
cliente VIP.
Esto
lo hacía poner muy mal, razón por la cual el médico le recetaba nuevos e
ingeniosos medicamentos. Llegó un momento en que al pobre de ARTURO las horas
del día no le alcanzaban para tomar todas las pastillas, por lo cual ya no
dormía, pese a las cápsulas para el insomnio que le habían recetado.
Tan
mal se había puesto que un día, haciéndole caso a los protocolos de los
remedios, se murió.
Al
entierro fueron todos sus "amigos", pero el que más lloraba era el farmacéutico.
Aún
hoy día sus "amigos" afirman que menos mal que lo mandaron al médico
a tiempo, porque si no, seguro que se hubiese muerto antes.
Esta
publicación está dedicada a todas mis amistades, ¡ya sean médicos o pacientes!
Ah,
si no hubiera tomado nada y hubiese seguido con su régimen de hábitos de vida
sana con pescado, pavo, lentejas, aceite de oliva, frutas, verduras de todos
colores, vegetales verdes, sal marina y nada de azúcar blanco (ni stevia o
sucralosa, no Espartame), con 8 vasos de agua diarios y uvas (y no vino tinto),
ejercicios físicos y respiratorios, estaría vivito y coleando.
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