jueves, 27 de febrero de 2014

Prejuicios de mujer

Vamos a tratar, un tema interesante que nos llevará a recordar algunos aspectos importantes que toda mujer debe tomar en cuenta antes de anticiparse a asumir el papel de víctimas, en vez de victimarias.
Me estoy refiriendo enfáticamente a los “Pre-Juicios”, que son pensamientos y supuestos anticipados a los hechos, pero con un trasfondo delicado, que de manera imprudente o deliberada, algunas mujeres se atreven a remarcar como una SENTENCIA, adjudicándolos como hechos reales, sin tener elementos suficientes para rebatirlos, ni pruebas contundentes con las cuales puedan demostrar aquello que están “carburando” en la cochambrosa madeja de hilazas enredadas de la mente. ¿Por qué no decirlo así?… Total… ¿qué más da?, si de alguna manera tenemos que decirlo.
Por naturales la mujer posee una imaginación increíble y una intuición a veces desproporcionada e infiel y a flor de piel. Es muy común ver situaciones tal desesperantes, como igual llenas de intriga, angustia, colapso de nervios, celos pasionales y estresantes, cólera, impotencia, etc.
¿Qué grato puede ser una mujer, vivir con la espina clavada en el corazón?
Que la duda la está matando, coloca a la mujer insegura en un hilo suspendido entre el cielo y el infierno. Por un lado desea creer, desea amar, desea confiar, y por el otro lado, siente temor, rechazo a lo incierto, incertidumbre por lo desconocido, dolor, lágrimas, autocompasión.
Se aferra destrozada a su crisis emocional derivada de su necia fantasía, agrega supuestos que no existen, los pone de manifiesto y por delante, como si fueran ciertos, los da por hechos como su única bandera, convencida de que le fueron o le están siento infiel: “Que le están poniendo cuernos”, “que su marido, su novio o compañero ya no la ama”, “que ya la dejó por otra”, “que ya perdió el interés”, “que el amor ya se le acabó”.

¡Por favor!. El amor no se acabó, lo que se acabó fue la confianza, la fe, la esperanza. Lo que se rompió fue la ilusión, perdió peso la emoción con la devoción, ahora la mujer siente a la deriva de las circunstancias, suspendida –repito- entre el cielo y el infierno, y sin nada a su alrededor de qué sujetarse, más que sus dudas, sus celos y sus tormento. Un círculo vicioso en el cual gira sin recato y sin piedad, 

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