martes, 25 de febrero de 2014

LO BOTAN DE LA CASA

ECHADO DE LA CASA

Era los años de 1998, el 28 de noviembre (nunca olvidará esa fecha), aconteció que Juanitop ya esta hecho un hombre de tres décadas y media. Su padre había muerto de una enfermedad que nunca le fue explicada. El papá decía que moriría de sano, porque no bebía, no fumaba, no trasnochaba, ni comía demasiado, pero cayó enfermo y murió.
Ese año Juanitop se encontraba trabajando junto con un hombre, que era amigo de un antiguo compañero de trabajo. Se encontraba en una situación delicada y había sido sacado del que fue su casa. El padre de la que fue su esposa le dijo una mañana: Tienes que desocupar la casa, porque ya no tienes nada acá:
Él no deseaba hacer problemas porque era consciente que las palabras dichas por ese hombre que nunca le cayó bien, a pesar de ser honesto, leal, fiel y honrado. De nada valió haber hecho méritos suficientes para que lo sigan llamando “hijo político”, estaba siendo expulsado de su “nidito de amor”.
No tuvo tiempo de sacar nada y las pocas cosas que había en esa casa, se quedó no sabe su hasta ahora hay los artículos que un día compró para bienestar y comodidad para su familia. Muebles, artefactos y juegos. Álbumes de fotos se quedaron prisioneros en los dormitorios de la casa. Ahora tenía un dilema: Donde iría a vivir?
Con un maletín de mano y una caja donde guardaba con amor los artículos que una vez la madre de sus hijas le había enviado desde Italia, no las quería usar porque   se gastaban, decía con gracia a los familiares y amigos. Siempre hablaba de ese modo, sabiendo que había sido abandonado.
Se va a la casa de sus padres y mira que su hermana estaba junto a su madre y al decirle que lo había sacado de la casa, le explica que quería ocupar su dormitorio de soltero, pero la hermana menor le dice que mejor se debería ir a otro sitio donde no haya ruido porque no estaba acostumbrado él, de la bulla de los niños.
Pero dónde iría, a que casa, a que lugar, donde encontraría paz y tranquilidad. La hermana le dice que ella arrienda una casita en un barrio populoso, que podría vivir ahí como quien lo cuida. Viviría sin problemas e inocentemente aceptó sin comprender el fondo del plan que tenía la hermana.
Se hizo cargo de la guardianía de la casita, y en verdad su vida fue placentera y tranquila. Solo debía llegar temprano, porque como era un lugar donde pululaban personas de condición humilde que eran asaltadas por delincuentes que por esos lugares, Juanitop trataba de llegar temprano. El paradero estaba frente a la casita.
Un tarde, Carla, una chica ex alumna de un instituto de formación manual, llamado OSCUS, lo abordó y le entregó un papel escrito con un mensaje: Mi hermano menor llega a Lima, trata de conseguir una habitación  Cada mes le enviaran de la provincia una cantidad para  pagar y mantenerse.
Esta chica fue en un pasado su alumna en clases de Redacción y ortografía que Juanitop dictaba es esa academia regentada por religiosas de una congregación católica española. Rendía culto a nuestro Señor, pero amparadas en una mujer bondadosa que ayudo a trabajadores manuales de gran parte del Mundo. Su nombre Dolores Rodríguez Sopeña.
Ese centro de estudio se encontraba a una cuadra de su casa y llevaba ahí funcionando desde hace muchos años. Con decir que su padre fue alumno en sus años mozos, estudiando el curso de electricidad doméstica. A duras penas aprendió los principios de las conexiones y uno que otro circuito.
Carla era una provinciana que no sabía leer y menos escribir y Juanitop le enseñó desde la A hasta la Z y desde la suma hasta la resta. La ayudo a que se matriculase en un colegio extraordinario que le certifique su avance en los estudios. Cumplió su anhelo de terminar su Secundaria, gracias al apoyo educativo de Juanitop.
Cuando Juanitop se quedó en la calle, y vivió en la casa que arrendaba su hermana, tuvo la idea de ayudar al pariente de esta Carla para que vivieran juntos y además recibiría un dinerito para cubrir algunos gastos de alimentación y de provisión de la casita. El chico tenía unos 17 años y comenzó a trabajar con un distribuidor mayorista de tubérculos.
Los meses pasaron y entre ambos cooperaban para llevar bien la casa. Barrían, sacudían el polvo y lavaban los cubre muebles. Tenía todo en regla para recibir a los ocasionales visitantes. Eran Carla y el hermano mayor de Juanitop.

Hasta que un día, Carla y el muchacho le dan la noticia que una hermana vendría de su tierra y que si habría posibilidad que se hospede con ellos hasta que busque otro lugar donde irse. Se le buscará un trabajo de servicio cama dentro.

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