Entrevista a Martha Hildebrandt
Confieso, reconozco, que tuve que despertar muy temprano para conversar con ella. Como diría Jaime Bayly, entre todas las razones que uno decide para seguir esta profesión, está saber que un periodista entra a trabajar más tarde que cualquier otra persona. Pero era la lingüista Martha Hildebrandt y nos había citado a las 9 de la mañana. No se podía llegar tarde, ni mucho menos expresarse mal.
Encontré una mujer divertida, risueña, con ganas de hablar más allá de lo que siempre habla y de reír y de hacernos reír.
Doctora, ¿billetera mata galán?
Eso es más conocido que la ruda. Es una verdad como un templo. ‘Poderoso caballero es don dinero’, lo dijo un poeta. Aunque lo que siempre debe importar es lo que se tiene en el cerebro.
¿Qué comentario le merece una ‘trampa’?
No se les debe llamar así. En una infidelidad los dos están de acuerdo, nadie hace trampa. En todo caso, se lo hacen a un tercero.
¿Verdad que ellas nunca cambian?
A través de la historia ha habido ese tipo de mujer monetarista, que actúa por conveniencia. Hace su camino a base de relaciones con hombres cada vez más poderosos.
Eso significa…
Que cuando encuentra uno más poderoso, se va con él.
¿Y cómo terminan?
Van subiendo escalones hasta que se caen.
¿Qué es la tramposería?
Es una carrera como cualquier otra. Es una manera de subir en la vida y hay semianalfabetas que la hacen muy bien. Es su habilidad.
¿Usted estaría de acuerdo de proponer una ley que castigue a los infieles?
Por favor, ni hablar, eso es de locos. La vida privada es la vida privada y allí no se puede meter nadie. Nunca pediría una sanción legal.
¿Y los condena moralmente?
No sanciono a ninguno, porque en el pecado está la penitencia.
Al mujeriego, ¿cómo lo definiría?
El infiel puede ser brillante y, generalmente, los brillantes son infieles. Porque tienen más oportunidades, más vida social, más roce y la oportunidad es un pecado, si es que se puede llamar así.
¿Perdonó alguna infidelidad?
Nunca me vi en el caso de perdonar una y no sé cuál sería mi reacción en esa situación.
Uno de los más famosos es Roberto Martínez.
Me parece un buen hombre, sencillo. Creo que no ha hecho daño a nadie y las personas que se han dejado seducir por él, ya eran bastante mayorcitas.
Viviana Rivasplata, su exesposa, lo llamó ‘encantador de serpientes’.
¿Y usted tuvo éxito en el amor?
No tengo la menor idea, porque para mí el amor es algo muy íntimo.
¿Se emociona con el fútbol?
Lo detesto, no sabes cómo. Mi papá decía que los que juegan fútbol patean su cerebro. El balompié es como nuestra política, una vergüenza.
¿Respeta a alguno?
Claudio Pizarro es brillante en cualquier parte y es el único internacional que tenemos. Admiro a todos los que destacan en su oficio o profesión.
Me quedé pensando en su frase: que nuestra política da vergüenza.
Hay demagogia. Cómo se explica que para ser congresista puede ser un analfabeto. Qué va a saber de leyes. Y ante eso está una persona de trayectoria, de años de estudios. Qué diálogo puede haber entre ambos.
Podría decirse que hace una diferencia con el que estudia.
No hago separaciones entre gente culta o analfabeta. Creo que, desgraciadamente, hay dos tipos de personas. Las honestas, que pueden ser de mayor inteligencia, especialización o profesionalización, pero lo son a carta cabal. No engañan, no roban, no estafan y los deshonestos, que, desgraciadamente, hay una cantidad creciente.
¿Cómo son los deshonestos?
Son muy agradables, de buen carácter, pero hay que ver qué hay detrás.
No olvidemos a los huachafos.
Es el que pretende ser lo que no es. No es una pose, es por naturaleza. No puede cambiar, lo tiene en los genes. Viene de una familia que también lo es.
¿Y es ganador?
Siempre queda mal, porque no convence a nadie.
Ahora vamos con el vulgar.
Esa persona es más natural. Es alguien que generalmente ha recibido poca instrucción. Seguro ha nacido en un hogar de semianalfabetos, ha ido a un mal colegio. No se le puede pedir distinción.
¿Qué es un distinguido?
No es el señor que viaja a Europa, tiene dinero, se compra los mejores ternos, tiene un yate. La distinción está cerca de los intelectuales. Se puede ser muy rico y seguir siendo huachafo.
¿Le causan rabia los ‘boca sucia?
Prefiero una palabra soez bien dicha.
¿Habla lisuras?
Solo uso mierda y carajo y lo digo a mucha honra. Una persona no deja de ser intelectual o elegante porque suelte un carajo.
¿A los políticos los podemos definir como unas m…?
Hay algunos que merecen un calificativo peor que ese. Los sinvergüenzas, ladrones y oportunistas.
¿Es correcto insinuar que el presidente de la República es ‘saco largo’?
Ollanta Humala tiene la culpa de ello. Un militar, por definición, no puede serlo.
¿Hay que apoyarlo?
Si está en decadencia y su falta de conocimiento no hace que gobierne bien, hay que ayudarlo.
¿Qué le pediría?
Su carácter de militar debe ser en este momento su mayor ventaja. Porque no se le va a exigir diplomacia ni actitudes ‘Marsellescas’, sino decisión, mando y hacerse obedecer.
Un gran ideólogo dijo: ‘Si a los 18 años no eres comunista, a qué edad lo vas a ser’.
Nunca fui de izquierda. Estaba muy ocupada para perder el tiempo en manifestaciones. De lo contrario no hubiera tenido los doctorados que tengo.
Me queda la sensación, luego de esta conversación, que es una mujer muy divertida.
Si vieras las carcajadas que me pego. Felizmente puedo reírme.
¿Cómo son sus días hoy?
Estoy casi ciega, a mí me leen y eso es bien triste para alguien que como yo, lee desde los cuatro años. Es lo más duro que me ha pasado en la vida.
Permítame una sola pregunta de su intimidad, ¿cocina?
Estás loco. No sé, no hago ni arroz y no quiero aprender. Y a mucha honra.
¿Pero si es de buen diente?
Me encanta y por eso he subido de peso. Encima que no hago ejercicios.
Solo me queda decirle, sin huachaferías ni nada, ni pizca de vulgaridad, que agradezco permitirme entrar a su vida, su casa y sus pensamientos.
Saben que ‘Paco’ Miró Quesada inventó el nombre Trome. Viene de ‘maestro’, que suena ‘mestro’. Reconozco que no lo leo y voy a empezar a leer por interés por los términos que usa. Y en el diario hay de todo, un léxico cotidiano.
Sentada, posando al lado de sus libros y de todos aquellos que leyó y los mantiene cuidadosamente intactos, recuerdo una frase de Jorge Luis Borges, que seguro ella la sabe y muy bien. “Siempre imaginé que el paraíso sería una especie de biblioteca”. Por eso doña Martha ríe, porque coincide con el genial escritor argentino y se siente en el edén.
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