Es cierto, uno no
se muere de repente; el proceso de morir comienza desde que naces, una
carrera retroactiva donde ya tus días están marcados. Desde que uno nace
comienzan a contar las horas, el tiempo, el inexorable tiempo va marcando tu
temporada terrenal y en un almanaque que solo Dios conoce, está señalado el día
en que también regresarás.
Recuerdo mi primera vivencia
con la muerte, apenas tendría yo unos años cuando sentí en lo más profundo el
fallecimiento de un tío político.
Juanito, tu tío Pio Juan ha muerto,
me dijeron por teléfono, y no pude continuar hablando, había estrenado un nuevo
dolor en mi corazón de niño, un dolor insospechado que sin saber se repetiría
muchas veces durante mi vida, un dolor de pérdida, de abandono, de desolación
que dejaría una cicatriz que me acompañaría siempre.
Con los años he tratado de
colocar el momento de partir dentro de mi cotidianidad, de que sea como lo
dicen los libros, un regreso, un retornar al gran misterio; en el caso de los
creyentes, a un Creador amoroso que nos espera; o para aquellos que no esperan
nada, un encuentro con la oscuridad, este final demasiado triste.
Hay muchas formas de morir,
no es solo cuando el cuerpo ya no responde, se puede morir de dolor mientras
estamos respirando, de desengaños, morir cuando nos abandonan, todas pequeñas
muertes que van marcando la existencia.
Anoche volví a soñar y me
desperté contento. No sé si es producto de que la muerte es una constante en mi
vida y de que la tengo tan presente, pero en cierto sentido ha sido una respuesta
a ese momento que, quieras o no, es un paso a lo desconocido como es cuando te
enfrentas al momento de nacer.
En el vientre de nuestras
madres nada sabemos del mundo que nos espera, nada sabemos de sistemas, de
familias, apenas sentimos ligeramente lo que será el amor por el sentimiento de
nuestra madre que, desde que nos engendra, es parte del proceso de formación,
estamos ubicados en un universo maravilloso dentro de la placenta de la cual no
quisiéramos salir nunca.
El paso regresivo debe ser
algo similar, pero anoche lo percibí diferente.
Estaba muriendo en el sueño, a mi lado mi
familia, algunos amigos, cantidad de recuerdos, y poco a poco todo se fue
desdibujando, los colores fueron perdiendo su intensidad, sentía una gran
debilidad en el cuerpo, algo así como un desprendimiento, como si ya no lo
necesitara y entonces fui entrando a otra dimensión; a la primera que presentí
fue a mi abuelita, allí estaba ella con su mejor sonrisa, mi papá, mi mamá, mi
familia tan querida, aquel amigo que perdí cuando niño… estaban todos envueltos
en un silencio que para mí era música, estaban y los sentía pero solo percibía
sus presencias sin necesidad de sus cuerpos, pero estaba totalmente seguro de
que eran ellos y muchos otros, y ya no sentí miedo, entonces entendí todo.
Ellos, los que me
precedieron, estaban allí esperándome, y el regresar me llenó de una alegría
que no había experimentado nunca…
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